La pastilla de la elección por Letícia Bahia

misoprostol

Esta es una escena entre las muchas que pudieron haberse repetido en Brasil a finales de la década de 1980. Gracias a nuestras Anas y Marías, el aborto seguro fue difundido y popularizado hasta hacerse del conocimiento de la comunidad médica.  Fue así que, de boca en boca, las brasileñas comunes que no tenían conocimientos médicos y que probablemente rechazarían el título de “feministas”, descubrieron el método más seguro para interrumpir un embarazo en casa.

Esta historia comienza en 1986 cuando Brasil aprobó la comercialización de un medicamento para tratar las úlceras. En las indicaciones se leía que no debía usarse por mujeres embarazadas. A pesar de eso -o precisamente por eso-, las Anas y las Marías desesperadas por abortar, empezaron a usar Cytotec (misoprostol). Y funcionó. De manera descentralizada, espontánea y orgánica, los rumores sobre la pastilla para abortar se extendieron a gran velocidad. No fue el Internet, ni la televisión, ni mucho menos la comunidad médica, sino la necesidad de las mujeres brasileñas, la responsable del rápido crecimiento de las ventas de la pastilla de Pfizer hasta que en la primera mitad de 1991, el Ministerio de Salud, impuso drásticas restricciones a su comercialización.

El uso de Cytotec (misoprostol) como método para abortar se incrementó tanto que, para 1990, cerca del 70% de mujeres hospitalizadas por aborto, reportaron haber usado la pastilla. La experiencia de las mujeres brasileñas finalmente llamó la atención de la comunidad médica, que empezó a estudiar las propiedades abortivas del medicamento. Hoy día, el misoprostol -sustancia activa del Cytotec- está en la lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El aborto con pastillas tiene riesgos muy bajos -la tasa de mortalidad es inferior a la de los partos-  y es muy efectivo, especialmente cuando el misoprostol se combina con mifepristona, medicina que también se encuentra en la lista de la OMS.

Con las restricciones impuestas por el gobierno brasileño, nació el mercado negro. Pero la demanda no disminuyó. Según la encuesta realizada en 2013 por el Dr. Mario Monteiro, especialista en Salud Pública y profesor adjunto del Instituto de Salud Pública del Instituto de Medicina Social de la UERJ, cerca de 700,000 mujeres habían abortado en Brasil.

Relegadas a la clandestinidad, las brasileñas son víctimas de un mercado negro con todas las características de la ilegalidad. Las pastillas de misoprostol están ahí, pero no hay manera de saber su procedencia, si son placebos, su calidad, etc.  Los médicos que realizan el procedimiento, -generalmente legrado o dilatación y curetaje- cobran mucho porque el precio incluye el riesgo del negocio y el soborno para la policía. Estos abortos no son siempre seguros y algunas veces las mujeres que buscan doctores, terminan encontrándose con la policía.

Preocupadas por los números alarmantes de abortos inseguros y la alta mortalidad de mujeres, algunas organizaciones internacionales trabajan para que el misoprostol llegue a las manos de quienes lo necesitan. Una de ellas, safe2choose, opera en países de África y América Latina, incluyendo Brasil. A través de la página web de safe2choose, es posible hacer una consulta en línea para determinar si el aborto con pastillas apropiado.  Si la mujer es candidata, recibe las pastillas por correo y en las estadísticas, habrá un aborto inseguro menos.

Las mujeres brasileñas que descubrieron cómo tener un aborto seguro, se perderán en la Historia y nunca sabrán cuántas vidas han salvado desde la década de 1980. Ante la imposibilidad de recurrir al Estado o a la Medicina, brasileñas comunes, sin formación específica, descubrieron y diseminaron orgánicamente una solución que les devolvería la autonomía sobre su propio cuerpo. Sin conocer los posibles riesgos de abortar con Cytotec, siguieron abortando y compartiendo información sobre las pastillas. Esas Anas y Marías fueron y siguen siendo prueba de que cuando las mujeres se enfrentan a un embarazo no deseado, abortarán. Aun cuando se pone en riesgo la salud. Sin el respaldo de las instituciones que deberían apoyarlas, las brasileñas descubrieron una solución. La cuestión es, hasta cuándo una alternativa que salva vidas seguirá en la clandestinidad.

*texto originalmente publicado aquí.